Scolaris Content Display Scolaris Content Display

Servicios de seguimiento para mejorar los resultados a largo plazo en los supervivientes de unidades de cuidados intensivos (UCI)

Contraer todo Desplegar todo

Antecedentes

La estancia en la unidad de cuidados intensivos (UCI) se ha vinculado con varias secuelas físicas y psicológicas, que conjuntamente se conocen como síndrome poscuidados intensivos (PICS). Los servicios de seguimiento específicos de la UCI son avances relativamente recientes en los sistemas de salud que pueden tener el potencial para atender el PICS al dirigirse a las necesidades de salud no atendidas que surgen de la experiencia de la estancia en la UCI. En la actualidad no hay un modelo aceptado de servicio de seguimiento y los programas actuales de asistencia después del tratamiento abarcan diversas intervenciones y materiales. No hay evidencia clara acerca de si los servicios de seguimiento se dirigen de forma efectiva al PICS, que es lo que evalúa esta revisión.

Objetivos

El objetivo principal fue evaluar la efectividad de los servicios de seguimiento para los supervivientes de la UCI dirigidos a identificar y tratar las necesidades de salud insatisfechas relacionadas con el período en la UCI. Se buscó evaluar la efectividad en la calidad de vida relacionada con la salud (CdVRS), la mortalidad, la depresión y la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la funcionalidad física, la funcionalidad cognitiva, la capacidad para retornar al trabajo o a la formación y los efectos adversos.

Los objetivos secundarios fueron examinar diferentes modelos de servicios de seguimiento. Se buscó explorar: la efectividad de la organización del servicio (a cargo de médicos versus personal de enfermería, de forma presencial versus a distancia, momento del servicio de seguimiento); las diferencias relacionadas con el país (países de ingresos altos versus bajos y medios); y el efecto del delirio, que luego puede afectar la funcionalidad cognitiva, y puede haber diferencias en el efecto de los servicios de seguimiento en estos participantes.

Métodos de búsqueda

Se hicieron búsquedas en CENTRAL, MEDLINE, Embase y en CINAHL hasta el 7 noviembre 2017. Se buscaron estudios en curso en los registros de ensayos clínicos, y se realizó una búsqueda hacia adelante y hacia atrás de las citas de artículos relevantes.

Criterios de selección

Se incluyeron los estudios aleatorios y no aleatorios con participantes adultos a los que se les había dado de alta del hospital después de una estancia en la UCI. Se incluyeron los estudios que compararon un servicio de seguimiento de la UCI con el uso de un programa estructurado y coordinado por un profesional sanitario versus ningún servicio de seguimiento o atención estándar.

Obtención y análisis de los datos

Dos autores de la revisión evaluaron de forma independiente los estudios para la inclusión, extrajeron los datos, evaluaron el riesgo de sesgo y resumieron los hallazgos. Se utilizaron los criterios GRADE para evaluar la certeza de la evidencia.

Resultados principales

Se incluyeron cinco estudios (cuatro estudios aleatorios; un estudio no aleatorio), con un total de 1707 participantes que fueron supervivientes de la UCI, con variable gravedad de las enfermedades y las afecciones. Los servicios de seguimiento se realizaron por personal de enfermería en cuatro estudios o por un equipo multidisciplinario en un estudio. Incluyeron consultas de forma presencial en el domicilio o en una consulta, o consultas telefónicas o ambas. Cada estudio incluyó al menos una consulta (semanal, mensual, o cada seis meses), y dos estudios tuvieron hasta ocho consultas. Aunque hubo diferencias en el diseño de las consultas de los servicios de seguimiento en cada estudio, se señaló que cada servicio incluyó la evaluación de las necesidades de los participantes con la derivación a un especialista, si fue necesario.

No fue posible cegar a los profesionales sanitarios ni a los participantes a la intervención y no se sabe si este hecho puede haber introducido sesgo de realización. Se observaron diferencias iniciales (dos estudios) y los servicios incluyeron recursos adicionales (dos estudios), lo que puede haber influido en los resultados, y un estudio no aleatorio tuvo alto riesgo de sesgo de selección.

No se combinaron los datos de los estudios aleatorios con los datos de un estudio no aleatorio. Los servicios de seguimiento para mejorar los resultados a largo plazo en los supervivientes de la UCI pueden lograr poca o ninguna diferencia en la CdVRS a los 12 meses (diferencia de medias estandarizada [DME] ‐0,0; intervalo de confianza [IC] del 95%: ‐0,1 a 0,1; un estudio; 286 participantes; evidencia de certeza baja). Se encontró evidencia de certeza moderada a partir de cinco estudios de que probablemente también logran poca o ninguna diferencia en la mortalidad por todas las causas hasta los 12 meses después del alta de la UCI (CR 0,96; IC del 95%: 0,76 a 1,22; cuatro estudios; 1289 participantes; 79/259 muertes en el grupo de intervención y 46/151 en el grupo control) y evidencia de certeza baja de cuatro estudios de que pueden lograr poca o ninguna diferencia en el TEPT (DME ‐0,05; IC del 95%: ‐0,19 a 0,10; 703 participantes, tres estudios; y un estudio no aleatorio informó menos probabilidades de TEPT cuando se utilizó un servicio de seguimiento).

No está claro si el uso de un servicio de seguimiento reduce la depresión y la ansiedad (tres estudios; 843 participantes), la funcionalidad física (cuatro estudios; 1297 participantes), la funcionalidad cognitiva (cuatro estudios; 1297 participantes), o si aumenta la capacidad para retornar al trabajo o a la formación (un estudio; 386 participantes), debido a que la certeza de esta evidencia es muy baja. Ningún estudio midió los efectos adversos.

No fue posible evaluar los objetivos secundarios porque no se encontraron estudios suficientes para justificar un análisis de subgrupos.

Conclusiones de los autores

No se encontró evidencia suficiente a partir de un número limitado de estudios, para determinar si los servicios de seguimiento de la UCI son efectivos para identificar y tratar las necesidades de salud no atendidas en los supervivientes de la UCI. Se encontraron cinco estudios en curso que no están incluidos en esta revisión; estos estudios en curso pueden aumentar la certeza en el efecto en las actualizaciones futuras. Debido a los datos limitados, no fue posible explorar si un diseño del servicio de seguimiento es preferible a otro, o si un servicio es más efectivo para algunas personas que para otras y se prevé que los estudios futuros también pueden variar en el diseño. Se propone que los estudios futuros se diseñen con métodos consistentes (por ejemplo, son preferibles los estudios aleatorios) y consideren solo una variable (el servicio de seguimiento) en comparación con la atención estándar; esto aumentaría la confianza en que el efecto se debe al servicio de seguimiento en lugar de a los tratamientos concomitantes.

PICO

Population
Intervention
Comparison
Outcome

El uso y la enseñanza del modelo PICO están muy extendidos en el ámbito de la atención sanitaria basada en la evidencia para formular preguntas y estrategias de búsqueda y para caracterizar estudios o metanálisis clínicos. PICO son las siglas en inglés de cuatro posibles componentes de una pregunta de investigación: paciente, población o problema; intervención; comparación; desenlace (outcome).

Para saber más sobre el uso del modelo PICO, puede consultar el Manual Cochrane.

Servicios de seguimiento para mejorar las consecuencias a largo plazo de una estancia en unidades de cuidados intensivos

¿Cuál es el objetivo de esta revisión

Más pacientes sobreviven en la unidad de cuidados intensivos (UCI), pero son propensos a presentar consecuencias físicas y psicológicas que pueden afectar su calidad de vida. Los servicios de seguimiento son un avance relativamente nuevo en la asistencia sanitaria. Estos servicios, que incluyen consultas con profesionales sanitarios, están concebidos para identificar y abordar estas consecuencias de una manera más eficaz que la atención estándar (que no utiliza servicios de seguimiento). El objetivo de esta revisión Cochrane fue determinar si los servicios de seguimiento para los pacientes después que han estado en la UCI son efectivos. Se recopilaron y analizaron todos los estudios relevantes para responder a esta pregunta y se encontraron cinco estudios.

Mensajes clave

En general se encontraron pocos estudios y cada uno utilizó un diseño diferente de un servicio de seguimiento, por lo que la confianza para decidir si los servicios de seguimiento de la UCI son efectivos fue limitada. No se encontró evidencia con respecto a si el uso de un servicio de seguimiento después de una estancia en la UCI mejora la calidad de vida relacionada con la salud de los pacientes, la ansiedad y la depresión, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) o la funcionalidad física y mental. No se encontró evidencia con respecto a si el uso de un servicio de seguimiento reduce el número de pacientes que mueren o el número de pacientes que regresan a trabajar a los 12 meses después del alta de la UCI.

Durante la búsqueda en la literatura, se encontraron cinco estudios en curso. Estos estudios no se incluyeron en esta revisión, pero incluirlos en las actualizaciones futuras puede aumentar la certeza de la evidencia y la confianza para decidir si los servicios de seguimiento de la UCI son efectivos.

¿Qué se estudió en la revisión?

Se estudiaron algunas de las consecuencias físicas y psicológicas que los pacientes pueden presentar después de haber estado en la UCI y que pueden afectar su calidad de vida, por ejemplo, la ansiedad y la depresión, o el TEPT. Se evaluó si estas consecuencias mejoraron si se utilizó un servicio de seguimiento.

¿Cuáles son los principales resultados de la revisión?

Se encontraron cuatro estudios aleatorios con 1297 participantes y un estudio no aleatorio con 410 participantes. Estos estudios se realizaron en Dinamarca, Alemania, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. Los participantes tuvieron una variedad de afecciones en la UCI y la gravedad de estas afecciones fue variable. Un estudio solo incluyó participantes con sepsis.

Se incluyeron los estudios que compararon un servicio de seguimiento proporcionado después de una estancia en la UCI con atención estándar (que no proporcionó servicios de seguimiento). Los servicios de seguimiento fueron realizados por el personal de enfermería en cuatro estudios y por un equipo multidisciplinario (personal de enfermería, médicos y fisioterapeutas) en el quinto estudio. Las consultas se dieron de forma presencial en el domicilio o en una consulta, o se hicieron por teléfono, o de ambas formas. Los participantes tuvieron más de una consulta como parte del servicio y en dos estudios los participantes tuvieron hasta ocho consultas. Aunque hubo diferencias en el diseño de las consultas de los servicios de seguimiento en cada estudio, se señaló que cada servicio incluyó la evaluación de las necesidades de los participantes con la derivación a un especialista, si fue necesario.

Se encontró que los servicios de seguimiento pueden lograr poca o ninguna diferencia en la calidad de vida relacionada con la salud de los pacientes a los 12 meses después de la estancia en la UCI (un estudio; 286 participantes; evidencia de certeza baja) y probablemente logran poca o ninguna diferencia en el número de muertes después de los 12 meses (cinco estudios; 1707 participantes; evidencia de certeza moderada). Los servicios de seguimiento pueden lograr poca o ninguna diferencia en el TEPT (tres estudios; 703 participantes; evidencia de certeza baja).

No hay seguridad en la evidencia con respecto a si el uso de un servicio de seguimiento reduce la depresión y la ansiedad (tres estudios; 843 participantes), la funcionalidad física (cuatro estudios; 1297 participantes), la funcionalidad cognitiva (cuatro estudios; 1297 participantes), o si aumenta la capacidad para retornar al trabajo o a los estudios (un estudio; 386 participantes); esta evidencia se consideró de certeza muy baja. Ningún estudio midió los efectos adversos.

Se esperaba analizar las diferencias entre los tipos de servicio de seguimiento de la UCI y entre los pacientes que pueden o no haber presentado delirio, para proporcionar más información acerca de si ciertos estilos del servicio son mejores, o si estos servicios son más útiles en pacientes con diferentes afecciones. Sin embargo, no se encontraron suficientes estudios para poder considerar estas diferencias.

¿Qué grado de actualización tiene esta revisión?

Se hicieron búsquedas de estudios que se habían publicado hasta el 2017.

Conclusiones de los autores

disponible en

Implicaciones para la práctica

Aunque se encontró poca o ninguna diferencia en los resultados entre los participantes que recibieron un servicio de seguimiento y los que recibieron atención estándar, esta revisión no tuvo evidencia suficiente para determinar si los servicios de seguimiento de la UCI son efectivos. Solo se incluyeron cuatro estudios aleatorios y un estudio no aleatorio, con relativamente pocos participantes. Además, esta revisión se centró en los resultados acordados durante la preparación del protocolo (Schofield‐Robinson 2017) y como tal solo se intentó medir la efectividad de un servicio de seguimiento de la UCI mediante estos resultados. Por ejemplo, no se exploró el número de derivaciones posteriores a los servicios especializados ni la satisfacción de los participantes con un servicio de seguimiento de la UCI versus atención estándar, y no se realizó un análisis de coste‐beneficio de los servicios de seguimiento de la UCI.

Hasta ahora no existe consenso para cuantificar todos los componentes de un servicio de seguimiento de la UCI, por lo que la evidencia de esta revisión abarca una definición muy variable de dicho servicio. Debido a la cantidad insuficiente de estudios no fue posible realizar un análisis de subgrupos; este análisis de subgrupos pretendía establecer diferencias entre los modelos de los servicios de seguimiento. Además, no fue posible determinar qué grupos control de los estudios (en los que los participantes recibieron atención estándar) fueron comparables; los recursos sanitarios y los servicios existentes después de que los pacientes salen de la UCI pueden variar mucho entre las instituciones hospitalarias y los servicios de atención primaria.

El seguimiento de la UCI es un problema actual en la asistencia sanitaria global, y es alentador el hecho de haber identificado cinco estudios en curso. Aunque en esta revisión no se ha demostrado la efectividad, tampoco se puede concluir que los servicios de seguimiento de la UCI no son efectivos, y se prevé que los servicios de seguimiento continuarán desarrollándose en consonancia con las políticas nacionales (por ejemplo, siguiendo la recomendación de la evaluación funcional multidisciplinaria después del alta de la UCI; NICE 2009). La inclusión de estudios en curso puede influir en los resultados de esta revisión en futuras actualizaciones.

Implicaciones para la investigación

Se necesita evidencia adicional para establecer si los servicios de seguimiento de la UCI son efectivos para abordar las consecuencias físicas y psicológicas de la estancia en la UCI. Debido a la cantidad insuficiente de estudios no fue posible examinar mediante un análisis de subgrupos si un diseño de servicio de seguimiento fue más efectivo que otro y, por lo tanto, no es apropiado proponer un diseño individual de servicio de seguimiento para probar en un estudio de intervención. Se espera que los estudios futuros puedan presentar diferentes modelos de servicio de seguimiento. Sin embargo, para reducir el riesgo de sesgo se propone que el servicio de seguimiento sea la única variable entre los grupos de estudio (es decir, que el servicio de seguimiento no incluya recursos adicionales que puedan confundir los datos). Se estimula a los autores de los estudios a proporcionar descripciones claras de los servicios estándar de atención. Los estudios aleatorios de intervenciones son un diseño de estudio más consistente y aumentarían la certeza de un efecto.

Esta revisión solo incluyó estudios de países de ingresos altos, donde los recursos de la asistencia sanitaria pueden ser mayores. Se promueve la realización de estudios de investigación adicionales en los países de ingresos bajos y medios que permitan evaluar la efectividad de un servicio de seguimiento de la UCI en una mayor variedad de contextos y recursos.

Summary of findings

Open in table viewer
Summary of findings for the main comparison. ICU follow‐up services compared with standard care or no follow‐up service for survivors of critical illness

ICU follow‐up services compared with standard care or no follow‐up service for survivors of critical illness

Patient or population: adult survivors of the ICU, excluding those already in an existing follow‐up or rehabilitation programme

Settings: clinics in a hospital or in the participant's home (via telephone) in: Denmark, Germany, Sweden, UK and USA

Intervention: ICU follow‐up service

Comparison: standard care or no follow‐up service

Outcomes

Effects of follow‐up services for adult survivors of the ICU

Number of participants (studies)

Certainty of the evidence
(GRADE)

Comments

Health‐related quality of life

Scoring tool: EQ‐5D

Direction of scale: lower scores indicate better HRQoL

Time point of measurement: 12 months

Using a follow‐up service after ICU discharge may make little or no difference to HRQoL of survivors of critical illness SMD ‐0.0, 95% CI ‐0.1 to 0.1a

286 participants
(1 study)

⊕⊕⊝⊝

Lowb

All‐cause mortality

Time point of measurement: 2 months in 1 randomised study; 12 months in 3 randomised studies; 14 months in 1 non‐randomised study

From 5 studies, we found that using a follow‐up service probably makes little or no difference to the number of people who die after ICU discharge.

We pooled data from 4 studies(RR 0.96, 95% CI 0.76 to 1.22)

1289 participants
(4 studies)

⊕⊕⊕⊝

Moderatec

We did not include data from one non‐randomised study in meta‐analysis. Study authors reported number of deaths in the intervention group: 79/259; and in the control group: 46/151

Depression and anxiety

Scoring tool: HADS‐D and HADS‐A

Direction of scale: lower scores indicate less depression and less anxiety

Time point of measurement: 12 months in 2 randomised studies; 14 months in 1 non‐randomised study

It is uncertain whether using a follow‐up service reduces depression. Estimates from 2 randomised studies were SMD ‐0.1, 95% CI ‐1.2 to 1.0a; and absolute risk reduction (usual care vs intervention) ‐0.20, 95% CI ‐1.12 to 0.72a; and 1 non‐randomised study reported little or no difference in scores (women: P = 0.09; men: P = 0.47)a

It is uncertain whether using a follow‐up service reduces anxiety. Estimates from 2 randomised studies were SMD ‐0.8, 95% CI ‐1.9 to 0.4a; and absolute risk reduction (usual care vs intervention) ‐0.21, 95% CI ‐1.22 to 0.80a; and 1 non‐randomised study reported no difference in scores (women: P = 0.14; men: P = 0.78)a

1082 participants
(3 studies)

⊕⊝⊝⊝

Very lowd

Post‐traumatic stress disorder (PTSD)

Scoring tools: DVT, HTQ‐IV, IES, and PTSS‐10

Direction of scales: lower scores indicate less distressing symptoms of PTSD

Time point of measurement: 12 months in 2 randomised studies; 14 months in 1 non‐randomised study

From 4 studies, it is uncertain whether using a follow‐up service reduces PTSD.

Estimates showed little or no difference in PTSD in 3 randomised studies (SMD ‐0.05, 95% CI ‐0.19 to 0.10; 702 participants)

703 participants

(3 studies)

⊕⊕⊝⊝

Lowe

We did not include data from one non‐randomised study in meta‐analysis. Study authors reported lower IES scores (indicating less chance of PTSD) in women who received a follow‐up service (P = 0.01)

Physical function

Scoring tool: PCS

Direction of scales: higher scores indicate improved physical function

Time point of measurement: at 12 months in 3 randomised studies (using SF‐36), and at 2 months in 1 randomised study (using SF‐8)

From 4 studies, it is uncertain whether using a follow‐up service improves physical function at 12 months.

Estimates showed little or no difference in physical function at 12 months in 2 studies (MD 1.31, 95% CI ‐0.86 to 3.49)

422 participants
(2 studies)

⊕⊝⊝⊝

Very lowg

We did not included data from 2 studies in meta‐analysis. One of these studies reported improved physical function at 2 months in participants who received a follow‐up service (P = 0.02)f, and one reported little or no difference in physical function at 12 months (P > 0.05)

Cognitive function

Scoring tools: MCS of SF‐36 and SF‐8

Direction of scales: higher scores indicate improved cognitive function

Time point of measurement: at 12 months in 2 randomised studies and at 6 months in 1 randomised study (using SF‐36), and at 2 months in 1 randomised study (using SF‐8)

From 4 studies, it is uncertain whether using a follow‐up service improves cognitive function at 12 months.

Estimates showed little or no difference in cognitive function at 6 and 12 months in 3 studies (MD 1.44, 95% CI ‐0.51 to 3.39)

622 participants

(3 studies)

⊕⊝⊝⊝

Very lowg

We did not include data from 1 study in meta‐analysis. Study authors reported little or no difference in cognitive function at 2 monthsf

Ability to return to work or education

(reported at 12 months)

It is uncertain whether using a follow‐up service increases the number of participants who are able to return to work at 12 months (OR 1.06, 95% CI 0.35 to 3.21)a

386 participants

(1 study)

⊕⊝⊝⊝

Very lowh

Adverse effects

Not measured

CI: Confidence interval;DTS: Davidson Trauma Scale; EQ‐5D: Euroqol‐5D; HADS‐A: Hospital Anxiety and Depression scale for anxiety; HADS‐D: Hospital Anxiety and Depression scale for depression; HTQ‐IV: Harvard Trauma Questionnaire Part IV; IES: Impact of Events scale; MCS: mental component score of SF‐36; MD: mean difference; OR: odds ratio; PCS: physical component of SF‐36; PTSD: post‐traumatic stress disorder; PTSS‐10: Post Traumatic Symptom Scale; RR: risk ratio; SF‐36: 36‐item Short Form Survey; SMD: standardised mean difference

GRADE Working Group grades of evidence
High: this research provides a very good indication of the likely effect. The likelihood that the effect will be substantially different is low
Moderate: this research provides a good indication of the likely effect. The likelihood that the effect will be substantially differenti is moderate
Low: this research provides some indication of the likely effect. However, the likelihood that it will be substantially differenti is high
Very low: this research does not provide a reliable indication of the likely effect. The likelihood that the effect will be substantially differenti is very high

aeffect estimate or P values as reported by study authors.
bIntervention group received additional therapy (manual‐based physiotherapy) which may have influenced results; downgraded by one level for study limitations. One study with few participants; downgraded by one level for imprecision.
cAnalysis was at different time points, and we noted some potential differences between studies in baseline characteristics between studies; downgraded by one level for inconsistency.
dIntervention group in one study received an additional therapy (manual‐based physiotherapy programme), and one non‐randomised study had a high risk of selection bias; we downgraded by one level for study limitations. Outcomes were measured at different time points, and we noted some baseline differences between studies; downgraded by one level for inconsistency. Evidence was from few studies; downgraded one level for imprecision.
eIntervention group in one study received an additional therapy (manual‐based physiotherapy programme), and one non‐randomised study had a high risk of selection bias; downgraded by one level for study limitations. We noted differences at baseline in one non‐randomised study (more women in control group had a previous history of psychological problems) which may have influenced results for this outcome, and we noted inconsistent results between three combined randomised studies and one non‐randomised study; we downgraded one level for inconsistency.
fdata re‐analysed by study authors accounting for death.
gIntervention group in one study received an additional therapy (manual‐based physiotherapy programme), and in another study intervention group were also involved in preparation of a discharge summary plan; downgraded one level for study limitations. Outcomes were measured at different time points, we noted some baseline differences between studies, and we noted a wide confidence interval in analysed data; downgraded by two levels for inconsistency.
hIntervention group received additional therapy (manual‐based physiotherapy) which may have influenced results; downgraded by one level for study limitations. One study with few participants and we noted a wide confidence interval; downgraded by two levels for imprecision.
isubstantially different = a large enough difference that it might affect a decision.

Antecedentes

disponible en

Entre el 2014 a 2015, aproximadamente 150 000 pacientes ingresaron en unidades de cuidados intensivos (UCI) para adultos o en unidades de alta dependencia (UAD) en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, y aproximadamente 45 000 pacientes en Escocia y un porcentaje grande sobrevivió (ICNARC 2016; SICSAG). Un número cada vez mayor de pacientes en el Reino Unido y a nivel global sobrevive a la UCI, y en general la mortalidad a corto plazo de las enfermedades críticas disminuye (Needham 2012). A pesar de este progreso, la estancia en la UCI se ha vinculado con varias secuelas físicas y psicológicas que afectan a estos supervivientes, posiblemente durante años después de la enfermedad crítica. Los servicios de seguimiento de la UCI son avances relativamente recientes en los sistemas de asistencia sanitaria, cuyo objetivo es ayudar a hacer frente a esta amplia variedad de deficiencias al identificar y tratar las necesidades de salud de los pacientes de forma directa o proporcionarles acceso a servicios adicionales de asistencia sanitaria.

Descripción de la afección

La enfermedad crítica y, la estancia en la UCI en sí, pueden ser experiencias traumáticas, que se sabe que causan angustia física y psicológica que se puede extender mucho más allá de la enfermedad inicial y de cualquier tratamiento a corto plazo. Los problemas a largo plazo que surgen de la UCI, conocidos como "síndrome poscuidados intensivos (PICS)", (Needham 2012), incluyen mortalidad, trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad, depresión y deficiencias físicas y también pueden incluir disfunción sexual, amnesia del período de la UCI y diversos problemas sociales relacionados (Griffiths 2007; Oeyen 2010). El PICS no solo afecta a los supervivientes de la UCI, sino también amplía la carga a sus familias y aumenta extraordinariamente los costes de los sistemas de asistencia sanitaria (Jones 1998; Needham 2011).

Las cifras de mortalidad al año después del alta varían del 26% al 63%, y las de los cinco años después del alta están entre el 40% y el 58% (Williams 2005).

Las puntuaciones de calidad de vida de los supervivientes de la UCI son inferiores a las del promedio (para una población apareada por edad y sexo), y mientras que los estudios de investigación muestran que la calidad de vida y la funcionalidad básica empiezan a mejorar lentamente, esta disparidad en comparación con la población general tiende a permanecer por al menos cinco años después del alta (Cuthbertson 2005; Cuthbertson 2010; Eddleston 2000; Oeyen 2010), y nunca puede retornar completamente a los niveles previos al ingreso (Van der Schaaf 2009).

Además, entre el 19% y el 22% de los supervivientes de la UCI presentan TEPT hasta diez años después de la enfermedad crítica, y en los supervivientes del síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) esta cifra podría ser tan alta como del 44% (Davydow 2008a; Davydow 2008b). La ansiedad puede afectar del 23% al 48% de los supervivientes del SDRA hasta 28 meses después de la enfermedad. La incidencia de depresión en el mismo grupo varía del 17% al 43%, y esta incidencia puede afectar del 8% al 57% de la población general de la UCI a los 14 meses (Davydow 2008b; Davydow 2008c).

Incluso con esta investigación, existen brechas significativas en el conocimiento de las morbilidades cognitivas después de la UCI, y es posible que sea necesario prestar más atención, en particular, a la repercusión del delirio y el estado de salud previo, por ejemplo para incluir la fragilidad (Bagshaw 2015; Cuthbertson 2009; Needham 2012; NICE 2009; Pandharipande 2013).

Descripción de la intervención

En esta revisión una estrategia de seguimiento de la UCI se definió como cualquier conjunto de servicios dirigidos específicamente a las diversas necesidades de salud de los supervivientes de la UCI, para prevenir el desarrollo de problemas físicos, psicológicos y sociales a largo plazo. Sin embargo, no hay un modelo aceptado de dichos servicios (Rattray 2007). El Reino Unido ha estado en el centro de la investigación en el seguimiento de cuidados intensivos(Lasiter 2016; Williams 2008) y ha habido una inversión significativa en los servicios de seguimiento de la UCI, lo que ha dado lugar a su duplicación del número entre 2002 y 2006 (Cuthbertson 2003; Griffiths 2006). Aunque la primera consulta de seguimiento en el Reino Unido se puso en marcha en 1985 (Griffiths 2006), y las siguientes recomendaciones oficiales provinieron del King’s Fund Panel en 1989 (King's Fund 1989) y de la comisión de auditoría "Critical to Success" en 1999 (Audit Commission 1999), el desarrollo de los consultorios de seguimiento de la UCI ha sido un proceso experimental ad hoc, no sistemático (Angus 2003; Jensen 2015). Todavía hoy, no hay una estandarización de dichos servicios a través de los consorcios del National Health Service (NHS) u otros sistemas de asistencia sanitaria a nivel global.

De hecho, a nivel global, los programas de seguimiento de la UCI han tenido niveles mixtos de atención e implementación. Iniciativas recientes del Institute of Medicine de EE.UU. han dado lugar a que se le preste una mayor atención a este aspecto importante de la atención posintensiva (Lasiter 2016), con el establecimiento de sistemas como la Indiana University School of Medicine's Critical Care Recovery Center (CCRC) (Khan 2015) y el THRIVE Peer Support Collaborative (Society of Critical Care Medicine). En los países escandinavos (Noruega, Dinamarca y Suecia), hay evidencia de iniciativas locales que se remontan a principios de los años noventa. Aunque los servicios del Reino Unido han puesto énfasis en la rehabilitación física (NICE 2009), los programas en los países escandinavos han tendido a centrarse en iniciativas dirigidas por los pacientes, que incluyen diarios y diálogos (Egerod 2013; Jensen 2015). Al parecer no hay suficientes datos disponibles de otros países, lo que quizás no es una sorpresa debido a su implementación lenta incluso en los sistemas de asistencia sanitaria más desarrollados.

Los tipos de servicios que se les pueden ofrecer a los supervivientes de la UCI varían desde entrevistas informales hasta las sesiones más organizadas. Estos programas pueden ser dirigidos por los pacientes y centrarse en el intercambio de experiencias o dirigidos por el personal de asistencia sanitaria con la finalidad de proporcionar información al paciente; igualmente, pueden estar centrados en la rehabilitación física o en tratar la disfunción cognitiva (NICE 2009). Las guías publicadas por el National Institute for Health and Care Excellence (NICE) recomendaron que las medidas preventivas deben comenzar en el contexto de la UCI y que las evaluaciones funcionales multidisciplinarias deben ser realizadas por personal apropiadamente entrenado a los dos a tres meses después del alta de la UCI(NICE 2009). Sin embargo, es importante señalar que estas guías reconocen las limitaciones del consenso actual alrededor del seguimiento de las UCI (NICE 2009).

De qué manera podría funcionar la intervención

Los objetivos generales de un servicio de seguimiento en esta revisión son: proporcionar un foro en el cual identificar y abordar cualquier necesidad de salud no atendida; e identificar el posible PICS y permitir su tratamiento adicional dentro o fuera del ámbito hospitalario. Sin embargo, la manera en la que el servicio podría lograr estos objetivos puede variar mucho. Los servicios de seguimiento pueden adoptar la forma de reuniones informales que faciliten un intercambio dirigido por el paciente de experiencias que puedan proporcionar confianza al superviviente de la UCI y posiblemente reducir la depresión o la ansiedad, o pueden incluir el acceso a los servicios médicos generales estándar.

Las sesiones más organizadas, que pueden ser dirigidas por personal de enfermería o por médicos, podrían incluir el debate de afecciones físicas o psicológicas específicas y la derivación posterior a los profesionales sanitarios apropiados para tratar estas afecciones. Un servicio de seguimiento se podría realizar de forma presencial o a través de un acceso remoto. Se podría evaluar mediante cuestionarios elaborados localmente o a través de cuestionarios estandarizados con el uso de escalas validadas. En las intervenciones complejas como esta, el modelo de elección puede ser uno que se adapte a las circunstancias locales, en lugar de ser completamente estandarizado (Craig 2008). De manera similar, la heterogeneidad inherente de la población de pacientes dentro de cualquier UCI individual podría complicar aún más cualquier estandarización de los servicios de seguimiento. Se ha indicado, por ejemplo, que los pacientes que tuvieron una estancia más prolongada en la UCI, o que han presentado incidentes de delirio, pueden reaccionar a los servicios de seguimiento de otra forma. Por lo tanto, podría ser beneficioso que las instituciones dirijan sus recursos a los pacientes con mayores probabilidades de beneficiarse (Aitken 2015; Cuthbertson 2009; Jensen 2015), la falta de una base exhaustiva de estudios epidemiológicos de estas diferencias hace que las conclusiones en esta área sean especulativas (Needham 2012).

A nivel global, las UCI tratan a los pacientes por una gran variedad de enfermedades y afecciones generales, y diferentes gravedades de enfermedad, antecedentes de los pacientes y factores socioeconómicos. Es posible que los servicios de seguimiento puedan ser más beneficiosos para grupos particulares de pacientes. Por ejemplo, las condiciones socioeconómicas de un individuo pueden afectar la calidad de vida, causar o exacerbar la ansiedad y la depresión además de afectar la funcionalidad física y, en los países de menores ingresos, la mortalidad. Otra consideración importante, y que se ha pasado por alto en gran parte de la bibliografía (Williams 2008), es el acceso a la UCI. Es posible que el acceso a los servicios de seguimiento en el hospital, que puede ser relativamente sencillo para los pacientes del Reino Unido, sea muy difícil para los pacientes que viven en lugares donde a la atención terciaria le corresponden áreas muy grandes. Lo anterior significa que las conclusiones establecidas acerca de estos servicios pueden no ser relevantes para las instituciones y los pacientes de zonas rurales en todo el mundo.

Por qué es importante realizar esta revisión

Aunque hay un afán civil, académico y gubernamental creciente de obtener información sobre la función que los servicios de seguimiento de la UCI podrían desempeñar dentro de un proceso de recuperación integral, que comienza en la UCI y sigue por mucho tiempo después, ha habido, y todavía hay, falta de consenso médico(Angus 2003; NICE 2009). En el Reino Unido, EE.UU. y en todo el mundo, las iniciativas de seguimiento de la UCI no han recibido tanto financiación asignada o implementación generalizada como los de atención oncológica, atención de las lesiones espinales o la atención de los militares veteranos(Needham 2012). Los servicios de seguimiento de la UCI parecen intuitivamente beneficiosos (Cuthbertson 2003; Rattray 2007), pero todavía es importante que se sustenten en los principios de la medicina basada en la evidencia.

Hasta la fecha no se han realizado revisiones Cochrane para evaluar la efectividad de los servicios de seguimiento de la UCI como un sistema general de atención. Se han identificado varias revisiones dedicadas a este tema(Jensen 2015; Niven 2014; Williams 2008). Estas revisiones, entre otras diferencias, o requieren actualización (Williams 2008), o tienen propósitos diferentes (Jensen 2015; Niven 2014). Niven 2014, por ejemplo, se centró en los servicios de transición de la UCI y el riesgo de reingreso, mientras que Jensen 2015 tuvo diferencias sutiles con respecto a los criterios de inclusión de los estudios. Jensen y colegas solo incluyeron estudios aleatorios. Esta revisión se basará en estudios aleatorios y no aleatorios y estará dirigida a los servicios que son prestados por un profesional sanitario y los que tratan las necesidades de salud no atendidas relacionadas con el período de estancia en la UCI. Esta es un área de importancia clínica que merece un enfoque sistemático.

Objetivos

disponible en

El objetivo principal fue evaluar la efectividad de los servicios de seguimiento para los supervivientes de la UCI dirigidos a identificar y tratar las necesidades de salud insatisfechas relacionadas con el período en la UCI. Se buscó evaluar la efectividad en la calidad de vida relacionada con la salud (CdVRS), la mortalidad, la depresión y la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la funcionalidad física, la funcionalidad cognitiva, la capacidad para retornar al trabajo o a la formación y los efectos adversos.

Los objetivos secundarios fueron examinar diferentes modelos de servicios de seguimiento. Se buscó explorar: la efectividad de la organización del servicio (a cargo de médicos versus personal de enfermería, de forma presencial versus a distancia, momento del servicio de seguimiento); las diferencias relacionadas con el país (países de ingresos altos versus bajos y medios); y el efecto del delirio, que luego puede afectar la funcionalidad cognitiva, y puede haber diferencias en el efecto de los servicios de seguimiento en estos participantes.

Métodos

disponible en

Criterios de inclusión de estudios para esta revisión

Tipos de estudios

Se incluyeron estudios aleatorios y no aleatorios. No se encontraron estudios controlados tipo antes y después (definidos como los estudios en los que las observaciones se hacen antes y después de la implementación de una intervención) ni estudios de series de tiempo interrumpido (estudios que realizan observaciones en múltiples puntos temporales antes y después de una intervención para detectar un cambio significativo en el transcurso del tiempo). Se incluyeron estudios de texto completo; no hubo resúmenes de congresos ni datos no publicados a partir de las búsquedas en la literatura gris. No se excluyeron los estudios basados en resultados o métodos de análisis.

Tipos de participantes

Se incluyeron pacientes adultos que habían sido dados de alta del hospital después de una estancia en la UCI que requirió nivel 3 de atención. Los participantes no se excluyeron sobre la base del motivo de ingreso a la UCI, siempre que hubieran recibido un nivel 3 de atención. El nivel 3 de atención, o un grado equivalente en otros sistemas de asistencia sanitaria, se definió como la necesidad de apoyo respiratorio avanzado o atención que requirió el apoyo artificial de al menos dos órganos (Intensive Care Society 2009). Se incluyeron los participantes que habían ingresado a cualquier UCI y se planificó incluir el ingreso a unidades de alta dependencia o a unidades de cuidados intensivos u otras salas hospitalarias específicamente diseñadas para atender a los pacientes en estado crítico.

Se excluyeron los participantes que asistieron a cualquier programa existente de rehabilitación, por ejemplo los asociados con lesión cerebral traumática, lesión de la médula espinal, traumatismo militar y cáncer o atención cardíaca. No se excluyeron los pacientes por lo demás elegibles sobre la base del lugar, la dispersión geográfica, el género u otro factor.

Tipos de intervenciones

Se incluyeron los estudios que evaluaron un servicio de seguimiento (intervención) realizados por los supervivientes de la UCI en al menos una ocasión en comparación con ningún servicio de seguimiento o atención estándar (control). El servicio de seguimiento se definió como cualquier consulta proporcionada por un profesional sanitario (como personal de enfermería o médico) u otra persona apropiadamente adiestrada, que procuró identificar específicamente o tratar las necesidades de salud no atendidas directamente relacionadas con el período en la UCI. Se incluyeron los estudios en los que el servicio se realizó de forma presencial o remota (p.ej., a través de correo electrónico o contacto telefónico) y en un lugar apropiado, como un consultorio o visita al domicilio. Se incluyeron los servicios que comenzaron en cualquier momento en el transcurso de seis meses desde el alta hospitalaria. Se incluyeron los estudios en los que el servicio de seguimiento intentó tratar las necesidades a través del apoyo inmediato o las derivaciones posteriores.

Se excluyeron los estudios que ofrecieron un servicio de seguimiento que solo proporcionó información general (no relacionada con la UCI) o materiales didácticos al participante y se excluyeron los estudios que no fueron proporcionados por un profesional sanitario u otra persona adiestrada apropiadamente. Se excluyeron los estudios de servicios especializados diseñados para tratar afecciones físicas o psicológicas, como los servicios de rehabilitación. Aunque estos servicios pueden tratar afecciones relacionadas con la estancia en la UCI, para los objetivos de esta revisión el servicio de rehabilitación se trató de forma diferente a un servicio de seguimiento, en el cual un estilo de consulta de servicios tiene los objetivos de identificar cualquier tipo de necesidad no atendida; los participantes se pueden derivar a estos servicios de rehabilitación especializados durante la consulta de seguimiento. Se excluyeron los estudios que utilizaron diarios mantenidos durante la estancia en la UCI, que se les dan a los participantes al alta o después del alta de la UCI; esta intervención se examina en otro estudio (Ullman 2014).

La atención estándar (grupo control), que también pudo haber sido descrita por los autores de los estudios como atención habitual, incluye visitas del médico general y atención relacionada con los trastornos médicos comprobados en curso que no está dirigida a identificar ni tratar las necesidades no atendidas relacionadas con el período de estancia en la UCI. Para los objetivos de esta revisión, a la "atención habitual" se le llama "atención estándar". Se previó que la atención estándar pudiera diferir en cada estudio debido a las diferencias de los protocolos según la institución y los servicios de atención primaria; por ejemplo, el diagnóstico de algunos síntomas relacionados con la UCI (como TEPT o ansiedad) también se puede hacer durante citas programadas o no con los médicos generales. Se informaron las descripciones de la atención estándar en cada estudio durante la extracción y el procesamiento de los datos.

Tipos de medida de resultado

La efectividad de los servicios de seguimiento se evaluó al medir las diferencias en los resultados físicos y psicológicos de los participantes en los estudios. El resultado principal fue la evaluación general de la calidad de vida relacionada con la salud (CdVRS). Se obtuvieron los datos de los estudios que utilizaron una herramienta validada para evaluar la CdVRS (Euroqol‐5D [EQ‐5D]), y se informó un valor medio general para los participantes de los estudios a partir de las herramientas validadas; la escala 5D‐EQ evalúa la movilidad, el autocuidado, la actividad principal, la actividad familiar/de ocio, el dolor/malestar, la ansiedad y la depresión (RAND). Se obtuvieron los datos sobre el número de muertes por cualquier causa hasta los 12 meses después del alta de la UCI. Se informaron los resultados psicológicos en cuanto a la ansiedad o la depresión o ambas, y estos datos se obtuvieron a partir de los componentes de las escalas anteriores o de otras herramientas validadas, como la Hospital Anxiety and Depression Scale para la ansiedad y la depresión (HADS‐A y HADS‐D)(Zigmond 1983).

Para el trastorno de estrés postraumático (TEPT), se utilizaron las escalas validadas informadas por los autores de los estudios: Davidson Trauma Scale (DTS)(Davidson 2002); Harvard Trauma Questionnaire (HTQ)(Mollica 1992); 10‐item Post Traumatic Symptom Scale (PTSS‐10) (Raphael 1989) y la Impact of Events Scale (IES)(Weiss 1996). Estas escalas de evaluación utilizan mediciones autoinformadas. La funcionalidad física y la funcionalidad cognitiva se informaron mediante la 36 item Short Form Survey (SF‐36), o una versión más sencilla de esta herramienta (SF‐8). La escala SF‐36 evalúa lo siguiente: funcionamiento físico, funcionamiento social, limitaciones en las funciones, dolor, salud mental, vitalidad y percepción general de salud (Brazier 1993). Tiene dos componentes (componente físico [PCS] y componente mental [MCS], que son apropiados para medir el funcionamiento físico y cognitivo. Los datos de la capacidad de los participantes para regresar al trabajo se obtuvieron como el porcentaje de pacientes que regresaron al trabajo en un punto temporal al seguimiento.

Se planificó obtener datos de los eventos adversos. Los ejemplos de los eventos adversos incluyeron aumento de la dependencia continuada en los servicios médicos en lugar de una transición a la actividades cotidianas; la posible exacerbación de los síntomas, por ejemplo, debido a la evocación formalizada de las experiencias en la UCI; o la repetición o fragmentación de los servicios médicos como señalaron los investigadores de un estudio, por ejemplo, porque al participante se le ofrece acceso a un servicio de seguimiento de la UCI realizado por el médico junto con otros servicios de rehabilitación.

Se obtuvieron los datos de todos los resultados en el punto temporal final medido por los autores de los estudios.

En resumen, se obtuvieron los datos de los siguientes resultados:

Resultados primarios

  1. Calidad de vida relacionada con la salud (CdVRS)

  2. Mortalidad por todas las causas

  3. Depresión y ansiedad

Resultados secundarios

  1. Trastorno de estrés postraumático (TEPT)

  2. Funcionalidad física

  3. Funcionalidad cognitiva

  4. Capacidad de regresar al trabajo o a la formación

  5. Efectos adversos

Los estudios se incluyeron independientemente de si informaron datos para los resultados de la revisión.

Métodos de búsqueda para la identificación de los estudios

Búsquedas electrónicas

We searched the Cochrane Database of Systematic Reviews (CDSR) and the Database of Abstracts of Reviews of Effects (DARE) for primary studies included in related systematic reviews.

We searched the following databases on 7 November 2017:

  1. Cochrane Central Register of Controlled Trials (CENTRAL; 2017, Issue 11), in the Cochrane Library

  2. MEDLINE Ovid (1985 to 7 November 2017)

  3. Embase Ovid (1985 to 7 November 2017)

  4. CINAHL EBSCO (1985 to 7 November 2017)

The Effective Practice and Organisation of Care (EPOC) Information Specialist (IS) in consultation with the review authors developed the search strategies. Search strategies are comprised of keywords and controlled vocabulary terms. We applied no language or time limits. We searched all databases from database start to date of search. See Appendix 1 for search strategies. We used a PRISMA study flow diagram to report results of the search (Figure 1).

Búsqueda de otros recursos

Trials registries

We searched the following trials registers on 22 August 2017.

  1. WHO ICTRP (World Health Organization International Clinical Trials Registry Platform (www.who.int/ictrp)

  2. US National Institutes of Health Ongoing Trials Register, ClinicalTrials.gov (www.clinicaltrials.gov)

Grey literature

We conducted a grey literature search to identify studies not indexed in the databases listed above. We searched the following sources on 30 October 2017.

  1. National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE) (www.evidence.nhs.uk)

  2. OpenGrey (www.opengrey.eu)

We also reviewed reference lists of all included studies and relevant systematic reviews (Jensen 2015; Lasiter 2016; Mehlhorn 2014; Svenningsen 2017; Williams 2008), for additional, potentially eligible primary studies. We conducted forward citation reference searches for all included studies in ISI Web of Science (Web of Science Core Collection).

Obtención y análisis de los datos

Selección de los estudios

We downloaded all titles and abstracts retrieved by electronic searching to a reference management database and removed duplicates. Oliver Schofield‐Robinson (OSR) and Sharon Lewis (SL) independently screened all titles and abstracts and removed studies that were very unlikely to be eligible. If no abstract was available but the title was possibly relevant, we obtained the full text of the article. We independently reviewed the full text of potentially relevant titles using the criteria for studies (Criteria for considering studies for this review). We resolved any disagreement through discussion and by consultation with a third review author, Phil Alderson (PA). We collated multiple reports of the same study so that each study rather than each report was the unit of interest in the review. We used Covidence software (Covidence) to manage selection of studies.

Extracción y manejo de los datos

For data extraction and management for all study designs, we used Covidence software (Covidence). We created a template in Covidence using an adapted standard EPOC data collection form (EPOC 2013a), for study characteristics and outcome data; we piloted this form on one included study. Two review authors (OSR and SL) independently extracted the following study characteristics from the included studies.

  1. Methods: study design, number of study centres and location, study setting, date of study

  2. Participants: number, mean age, age range, ethnicity, gender, socioeconomic descriptions (e.g. economic status, education and employment status), APACHE II score, presence of ARDS, reason for ICU stay, episodes of delirium whilst in the ICU (CAM‐ICU score; Ely 2001), withdrawals, diagnostic criteria, length of stay in the ICU, duration of sedation, inclusion criteria, exclusion criteria, other relevant characteristics

  3. Interventions: intervention components, comparison (control group: standard care or no follow‐up service) components, direct or remote clinic, materials involved, time point of intervention, time point of follow‐up, physician‐ or nurse‐led, number of attended clinics, number of participants per clinic

  4. Outcomes: main and other outcomes specified and collected, time points reported

  5. Notes: funding for study, notable conflicts of interest of study authors, ethical approval

We resolved disagreements by consensus or by consultation with a third review author (PA).

Evaluación del riesgo de sesgo de los estudios incluidos

Two review authors (SL and OSR) independently assessed risk of bias for each study using the criteria outlined in the Cochrane Handbook for Systematic Reviews of Interventions (Higgins 2017), and guidance from Cochrane EPOC. For randomised and non‐randomised studies we assessed the following criteria (EPOC 2009).

  1. Was the allocation sequence adequately generated?

  2. Was the allocation adequately concealed?

  3. Were baseline outcome measurements similar?

  4. Were baseline characteristics similar?

  5. Were incomplete outcome data adequately addressed?

  6. Was knowledge of the allocated interventions adequately prevented during the study?

  7. Was the study adequately protected against contamination?

  8. Was the study free from selective outcome reporting?

  9. Was the study free from other risks of bias?

We judged each potential source of bias as high, low, or unclear and provided a justification for our judgment in the 'Risk of bias' table. We summarised 'Risk of bias' judgements across different studies for each of the domains listed.

We did not exclude studies on the grounds of their risk of bias. We used the EPOC 'Risk of bias' guidance information to help reach our judgements (EPOC 2009). We used Covidence software (Covidence), to record 'Risk of bias' decisions; see Appendix 2 for a draft of the 'Risk of bias' table that we modified for use in Covidence.

Assessment of bias in conducting the systematic review

We conducted the review according to our published protocol (Schofield‐Robinson 2017), and have reported any deviations from it in Differences between protocol and review.

Medidas del efecto del tratamiento

For randomised and non‐randomised studies, we collected continuous data from validated scales (for: HRQoL, depression and anxiety, PTSD, physical function, cognitive function), as reported by study authors at the end of follow‐up time point. We collected these data as mean scores; if mean scores were not available we collected effect estimates reported by study authors (which were: standardised mean difference (SMD), and absolute risk reductions), or median scores. We collected dichotomous data for mortality and the number of participants who were able to return to work at the end of follow‐up.

None of the included studies presented data in graphs or figures, so we did not need to reanalyse any data. We did not include studies in meta‐analysis in which data were not suitable for pooling.

Cuestiones relativas a la unidad de análisis

We noted no unit of analysis issues in any studies.

Manejo de los datos faltantes

We did not contact investigators to verify missing study characteristics; we used data as presented in each published version of the studies. We used available data published by study authors, using intention‐to‐treat data when reported. We did not impute missing data with replacement values in this review.

Evaluación de la heterogeneidad

We assessed clinical and methodological heterogeneity by consideration of study design, participants and how the follow‐up clinics were conducted. Differences, for example, in the socioeconomic background of the participants, has the potential to influence outcome data, and substantial heterogeneity warranted decisions not to pool data. We assessed statistical heterogeneity using the Chi² statistic and related P value, or the I² statistic with associated percentage values (Higgins 2003), for outcomes in which it was possible to combine study data. We used the following cut‐offs as a guide to interpretation: I² statistic at 0% to 40% is not considered important, 30% to 60% suggests moderate heterogeneity, 50% to 90% suggests substantial heterogeneity, and 75% to 100% is considerable heterogeneity (Deeks 2017). If we identified substantial clinical, methodological or statistical heterogeneity we planned to explore it by prespecified subgroup analysis.

We expected heterogeneity in our included study designs to derive from:

  1. type of follow‐up clinic used (e.g. nurse‐led or physician‐led; face‐to‐face or remote);

  2. time points of clinics;

  3. time points of outcome assessment;

  4. potential risk of developing long‐term symptoms relating to the ICU stay; and

  5. socioeconomic conditions of participant.

Certain conditions may increase the likelihood of long‐term psychological symptoms for ICU survivors, for example, people with acute respiratory distress syndrome (ARDS) who survive the ICU may be at a higher risk of developing depression, anxiety and PTSD (Davydow 2008b). We assessed heterogeneity by consideration of differences in baseline data between studies, for example in: presence of ARDS, length of ICU stay, length of sedation, and APACHE II and SAPS II scores.

Evaluación de los sesgos de notificación

We used data as presented in each published version of the studies; we did not contact investigators to verify missing outcome data. We assessed the risk of reporting bias using the Cochrane 'Risk of bias' tool; we searched for prospective clinical trials registration documents for included studies to use in our assessment of risk of reporting bias. We were unable to explore the risk of publication bias through examination of funnel plots (Sterne 2011), because we identified fewer than 10 studies in the review (Sterne 2017).

Síntesis de los datos

We conducted meta‐analysis only where this was meaningful, that is, if the treatments, participants, and the underlying clinical question were similar enough for pooling to make sense. We noted scales used to measure continuous outcomes. We combined data if scales were the same and data were suitable for pooling. If scales were different but were sufficiently similar (and direction of effect was the same), we combined data using generic inverse variance to account for anticipated differences in the scales, study populations, and interventions (Deeks 2017). When study authors reported measurement scales, we presented direction of the effect for these scales in order to make meaningful interpretation of differences between groups. A common way that investigators indicate when they have skewed data is by reporting medians and interquartile ranges. When we encountered this, we noted that the data may be skewed.

For dichotomous data, we used risk ratios (RR) with 95% CI, using Mantel‐Haenszel. We used a random‐effects model for meta‐analysis, which accounts for possible differences between studies in which participant conditions may vary and type of follow‐up service design may vary. We conducted meta‐analysis using the Review Manager 5 (RevMan 5) calculator (Review Manager 2014).

If it was not possible to meta‐analyse the data we summarised the results in the text.

We reported in the Characteristics of included studies whether study authors had used adjusted or unadjusted data in analysis of effect estimates, including factors that they had adjusted for. If we did not combine mean scores in analysis, we reported adjusted effect estimates of single studies in an additional table.

GRADE and 'Summary of findings' table

We summarised the findings of the main intervention comparison for all the outcomes (HRQoL, mortality, depression and anxiety, PTSD, physical and cognitive function, time (ability) to return to work or education, and adverse effects) in a 'Summary of findings' table. This table enabled us to draw conclusions about the certainty of the evidence within the text of the review. Two review authors (OSR and SL) independently assessed the certainty of the evidence (high, moderate, low, and very low), using the five GRADE considerations (study design, consistency of effect, imprecision, indirectness, and publication bias; Guyatt 2008). We used methods and recommendations described in Section 8.5 (Higgins 2017), and Chapters 11 (Schünemann 2017), of the Cochrane Handbook for Systematic Reviews of Intervention, the EPOC worksheets (EPOC 2013b), and GRADEpro software (GRADEpro GDT 2015). We resolved disagreements on certainty ratings by discussion and provided justification for decisions to downgrade the certainty of the evidence using footnotes in the table. We made comments to aid readers' understanding of the review where necessary. We used plain language statements to report these findings in the review.

Análisis de subgrupos e investigación de la heterogeneidad

We did not conduct statistical subgroup analyses because we had insufficient studies (we did not have more than 10 studies; Deeks 2017). We described differences between studies using two distinct categories (particular patient groups, and style of service), for subgroups that we defined a priori, as follows.

  1. Physician‐led clinic versus nurse‐led clinic

  2. Face‐to‐face clinic versus remote clinic

  3. Participants from low‐ and middle‐income countries versus participants from high‐income countries (according to World Development Index (WDI), (World Bank 2016))

  4. Intervention conducted earlier than three months post‐ICU versus three to six months

  5. Experienced ICU delirium versus no delirium

Subgroup analysis aimed to assess whether certain follow‐up services have disproportionate benefit for different groups. Organisation, style and timing of follow‐up services between studies may introduce heterogeneity (Williams 2008), and some of these differences may be explained by socioeconomic factors according to the country of the study or inequity in access to healthcare services, or both. For example, current UK guidelines recommend face‐to‐face ICU follow‐up at two to three months post‐ICU discharge (NICE 2009), which may be achievable in a developed health economy but not in a low‐ or middle‐income country. An important socioeconomic consideration is the influence specifically of a nation's status as a low‐income or high‐income economy, which can impinge upon its citizens' access to healthcare services. To this end, we will assess country of study according to the WDI (World Bank 2016). Delirium in the ICU and resultant cognitive dysfunction, which has been shown to be a prevalent affliction among the ICU survivor population and can affect quality of life (Gordon 2004), also have the potential to contribute to clinical heterogeneity. Such subgroup analyses might aid more precise targeting of resources in future studies.

We collected data during the Data extraction and management stage of the review to decide the subgroup for each study.

Análisis de sensibilidad

We did not perform sensitivity analyses because of the nature of included studies in this review. We did not include unpublished studies; no studies were at low risk of bias, and we did not use imputed data.

Results

Description of studies

Results of the search

We screened 13,457 titles and abstracts from database searches, clinical trials register searches, grey literature, and forward and backward citation searches. We carried out full‐text review of 126 records, and reported details of 36 studies (with 45 records). We identified five eligible studies (with 10 records), and five ongoing studies. See Figure 1.

Included studies

We included five studies (with 10 records) with 1707 participants (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schandl 2012; Schmidt 2016). Four studies were randomised studies (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016) and one was a non‐randomised study, with a before‐after study design (Schandl 2012). All five studies employed a parallel‐study design. See Characteristics of included studies.

Study population and setting

All studies were in countries with advanced industrial economies. Two were single‐centre studies (Douglas 2007; Schandl 2012) and three were multicentre studies (three centres: Cuthbertson 2009; 10 centres: Jensen 2016; nine centres: Schmidt 2016).

Included studies enrolled adult participants who were admitted to and were expected to survive the intensive care unit (ICU); one study enrolled participants who were at least 16 years of age but we determined from the mean age at baseline that most participants in this study were likely to be more than 18 years of age (Schandl 2012). Conditions of participants were varied but typical of ICU admission, and included participants with either medical, surgical and infective conditions, or injuries related to trauma.

Three studies used the Acute Physiology and Chronic Health Evaluation II scoring system (APACHE II) to report baseline severity of participant illness (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schandl 2012), and one study used APACHE III for this purpose (Douglas 2007). This scoring system can be used to predict patient mortality (Knaus 1985), and whilst we noted some variation in the range of scores between Jensen 2016 and those in Cuthbertson 2009 and Schandl 2012, in general we found that these scores were in a typical range for people in the ICU.

Although we acknowledge that length of stay may not be a direct indicator of illness severity, for example some institutions may have capacity to move patients more swiftly from the ICU to an alternative high‐dependency unit, we noted wide differences in mean or median lengths of stay between studies. Schmidt 2016 reported the longest stay in the ICU amongst included studies, with a mean stay in the control group of 35.2 (standard deviation (SD) ± 26.7) days, whilst Cuthbertson 2009 reported the shortest length of stay amongst included studies with median stays of 2.9 (interquartile range 1.7 to 9.5) days in the intervention group and 3.1 (interquartile range 1.2 to 7.5) days in the control group.

Interventions and comparators

Follow‐up services were led by nurses or multidisciplinary teams and included face‐to‐face consultations, telephone consultations or both. Each study included at least one consultation (weekly, monthly, or six‐monthly) and two studies had up to eight consultations.

Follow‐up services were led by nurses in four studies (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016), and in one study by a multi‐disciplinary team, which included nurses, physicians, and physiotherapists (Schandl 2012). Participants attended a clinic in two studies (on two occasions: Cuthbertson 2009; on one occasion: Jensen 2016), and from the description in a third study we assumed that the follow‐up service was also in a clinic setting (on three occasions: Schandl 2012). In Jensen 2016, participants received two subsequent telephone consultations. One study assessed a follow‐up service with a minimum of eight visits to the participant's home or the extended care facility at which the participant was staying (Douglas 2007), and in one study participants received monthly telephone consultations (Schmidt 2016).

Although each study described a different process by which the follow‐up service was conducted, in each study we noted that healthcare personnel carried out reviews and discussions with participants that included assessments and monitoring of participants' needs. All studies referred participants to other specialist support if necessary. One study involved construction of an illness narrative, with dialogue aided by photographs and use of reflective sheets, which required completion of pre‐set sentences (e.g. "What I want most is...") (Jensen 2016).

Comparison groups in each study received standard care as directed by each institution; standard care did not involve a follow‐up service.

Reported outcomes

All included studies reported review outcomes, which were: health‐related quality of life (HRQoL), (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016); mortality (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schandl 2012; Schmidt 2016); depression and anxiety (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schandl 2012); post‐traumatic stress disorder (PTSD), (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schandl 2012); physical and cognitive function (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016); and ability to return to work (Cuthbertson 2009). No studies reported adverse effects.

Times of assessments were: at six and 12 months post‐ICU discharge (Cuthbertson 2009); at two months post‐ICU discharge (Douglas 2007) at three and 12 months post‐ICU discharge (Jensen 2016); at 14 months post‐ICU discharge (Schandl 2012); and at six and 12 months post‐ICU discharge (Schmidt 2016). We reported outcome data at the final time point in each study.

Funding sources

All studies received independent or department funding, which we believed represented no apparent source of conflict in study preparation and interpretation of results.

Excluded studies

We assessed 126 records for full‐text eligibility. We excluded 81 of these because they did not meet our review criteria; we have not included details of these in the review.

We excluded 20 studies (with 24 records) that compared an intervention that did not meet our definition of a follow‐up clinic: seven studies provided educational materials to ICU patients (Alberto 2011; IRCT201110197844N1; Jones 2003; NCT00976807; NCT02415634; Shaw 2012; Strahan 2003); two studies compared a rehabilitation service (Jackson 2012; Walsh 2015); seven studies compared use of a diary given to participants after an ICU stay (Backman 2010; Garrouste‐Orgeas 2010; Huynh 2017; Jones 2010; Knowles 2009; NCT02067559; Robson 2008); three studies compared a psychotherapy intervention (Cox 2014; Holmes 2007; ISRCTN97280643); and one study provided training to participants (Cox 2017). We excluded two studies that did not recruit ICU patients (ward‐based participants: Ball 2003; coronary care unit participants: Farazmand 2017). Following unsuccessful attempts to contact study authors, we excluded four studies that were published only as abstracts (Bourseau 2016; Cave 2016; Davidson 2015; Ramnarain 2015); we will include these in future review updates pending publication of full texts and assessment of eligibility. See Characteristics of excluded studies.

Ongoing studies

We identified five eligible ongoing studies; four of which were identified through clinical trials database searching (ACTRN12616000206426; NCT01796509; NCT02077244; NCT03124342), and one through primary database searching (Paratz 2014). All are randomised studies and aim to recruit adult participants who have been in the intensive care unit. Two studies specifically aim to recruit participants with diabetes mellitis (ACTRN12616000206426) and with sepsis (Paratz 2014). Ongoing studies aim to recruit 1684 participants. See Characteristics of ongoing studies.

Risk of bias in included studies

See Characteristics of included studies and see 'Risk of bias' summary and 'Risk of bias' graph (Figure 2; Figure 3).


'Risk of bias' graph: review authors' judgements about each risk of bias item presented as percentages across all included studies

'Risk of bias' graph: review authors' judgements about each risk of bias item presented as percentages across all included studies


'Risk of bias' summary: review authors' judgements about each risk of bias item for each included study

'Risk of bias' summary: review authors' judgements about each risk of bias item for each included study

Allocation

Four studies reported that participants were randomised (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016). Two studies provided sufficient detail of randomisation methods and we judged these studies to have a low risk of bias for sequence generation (Cuthbertson 2009; Schmidt 2016). We judged two studies to have unclear risk of sequence generation bias because information on randomisation methods was insufficient (Douglas 2007; Jensen 2016).

Three studies reported no methods for allocation concealment and we judged these to have an unclear risk of selection bias (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Schmidt 2016). One study described sealed, opaque envelopes in which to conceal the allocation, and we judged this to have low risk of selection bias (Jensen 2016).

One study was a non‐randomised study (Schandl 2012). This study design introduces a high risk of bias because participants are not divided into groups using a random method, and personnel would have known the allocation.

Blinding

This intervention precluded the possibility of blinding of participants and personnel. We could not be certain whether performance may have been influenced by knowledge of the intervention (i.e. those that were receiving a follow‐up service); we judged all studies to have an unclear risk of performance bias.

Each study measured outcomes using participant self‐assessments (e.g. completion of questionnaires) and, although questionnaires were validated and appropriate for their purpose, we could not be certain whether knowledge of receiving the intervention would influence self‐assessments. We judged all studies to have an unclear risk of detection bias.

Incomplete outcome data

All studies reported a high number of participant losses, in excess of 10% of the patient populations. However, a high number of participant losses are expected in studies with long follow‐up periods (Cuthbertson 2005; Oeyen 2010; Williams 2011). Loss of participants in each study was balanced between groups and we judged all studies to have an unclear risk of attrition bias.

Selective reporting

Three studies reported registration with clinical trials registers (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schmidt 2016). Registration was retrospective in Cuthbertson 2009 and Schmidt 2016, and it was not feasible to use these documents to assess the risk of selective outcome reporting. Jensen 2016 reported prospective registration, and using these documents we judged this study to have a low risk of selective outcome reporting bias. Two studies did not report registration with clinical trials registers and we judged these studies to have unclear risk of selective outcome reporting bias (Douglas 2007; Schandl 2012).

Protection against contamination

In all studies, a procedure for the follow‐up service was adhered to, and healthcare professionals were used to carry out the intervention. We judged the risk of contamination of the control group to be low across randomised studies (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016). Because of the time difference between the control group and the intervention group in the non‐randomised study, we could not be certain that other variables in service delivery were equivalent over time and we judged this study to have high risk of bias for this domain (Schandl 2012).

Baseline characteristics

We judged the baseline characteristics between groups to be comparable in two studies and we judged these to have a low risk of bias for baseline characteristics (Jensen 2016; Schmidt 2016). Because of a possible reporting error in Cuthbertson 2009, we judged this study to have an unclear risk of bias for baseline characteristics; we could not be certain whether the range of ages was equivalent between groups.

We judged two studies to have high risk of bias for baseline characteristics (Douglas 2007; Schandl 2012). In one study, we noted an imbalance in severity of illness scores and HRQoL (Douglas 2007). The non‐randomised study only reported baseline characteristics for participants who received a questionnaire at 14 months (losses up to this stage could mostly be explained by participant death), and we could not ascertain whether baseline characteristics were equivalent for all participants included in the study (Schandl 2012). Also in Schandl 2012, we noted differences in these baseline characteristics; more women in the control had had previous psychological problems and we noted differences in length of ICU stay, duration of sedation and types of diagnoses.

Other potential sources of bias

We noted no additional sources of bias in three studies (Jensen 2016; Schandl 2012; Schmidt 2016).

We judged two studies to have an additional high risk of bias (Cuthbertson 2009; Douglas 2007). In Cuthbertson 2009, participants in the intervention group also received a manual‐based physiotherapy programme and it is possible that this programme could have influenced the outcome data rather than subsequent attendance at follow‐up clinics. In Douglas 2007, we noted that participants and family members in the intervention group were involved in preparation of a discharge summary plan, and it is possible that preparing a discharge summary plan could have influenced outcome data rather than subsequent attendance at follow‐up clinics.

Effects of interventions

See: Summary of findings for the main comparison ICU follow‐up services compared with standard care or no follow‐up service for survivors of critical illness

See summary of findings Table for the main comparison, and Appendix 3.

Primary outcomes

1. Health‐related quality of life (HRQoL)

Results from one study (286 randomised participants; Cuthbertson 2009) suggest that a follow‐up service may make little or no difference to HRQoL at 12 months. This study reported HRQoL as a composite measure using Euroqol‐5D (EQ‐5D); lower scores on this scale indicate better HRQoL. Study authors reported little or no difference in quality of life scores at 12 months (standardised mean difference (SMD) ‐0.0, 95% confidence interval (CI) ‐0.1 to 0.1; P = 0.57; low‐certainty evidence; downgraded by one level for study limitations and one level for imprecision). We have reported mean scores as reported by study authors in Table 1.

Open in table viewer
Table 1. Additional data

Study

Measurement tool and time point

Intervention group dataa

Control group dataa

Effect sizea

P valuea

Outcome: HRQoL

Cuthbertson 2009

EQ‐5D at 12 months

Mean (SD): 0.58 (± 0.37); n = 108

Mean (SD) 0.60 (± 0.30); n = 113

SMD ‐0.0, 95% CI ‐0.1 to 0.1

0.57

Outcome: depression and anxiety

Cuthbertson 2009

HADS‐D at 12 months

Mean/median not reported; n = 92

Mean/median not reported; n = 100

SMD ‐0.1, 95% CI ‐1.2 to 1.0

0.86

Jensen 2016

HADS‐D at 12 months

Mean/median data not reported; n = 130

Mean/median data not reported; n = 130

Absolute risk reduction (SC vs intervention) ‐0.20, 95% CI ‐1.12 to 0.72

0.67

Schandl 2012

HADS‐D at 14 months

Women: median (range not reported) 3 ; n = 31;

Men: median (range not reported) 4; n = 67

Women: median (range not reported) 7; n = 27;

Men: median (range not reported) 4; n = 46

Difference between control and follow‐up groups (negative values indicate lower values in follow‐up group); 25th to 75th percentiles:

Women: 1.7 to ‐5.4

Men: ‐0.2 to ‐1.0

Women: 0.09; Men: 0.47

Cuthbertson 2009

HADS‐A at 12 months

Mean (SD) 5.5 (± 4.6); n = 92

Mean (SD) 6.4 (± 4.4); n = 100

SMD ‐0.8, 95% CI ‐1.9 to 0.4

0.18

Jensen 2016

HADS‐A at 12 months

Mean/median data not reported; n = 131

Mean/median data not reported; n = 130

Absolute risk reduction (SC vs intervention) ‐0.21, 95% CI ‐1.22 to 0.80

0.68

Schandl 2012

HADS‐A at 14 months

Women ‐ median (range not reported): 3; n = 31;

Men ‐ median (range not reported): 4; n = 67

Women ‐ median (range not reported): 6; n = 27;

Men ‐ median (range not reported): 3; n = 46

Difference between control and follow‐up groups (negative values indicate lower values in follow‐up group); 25th to 75th percentiles:

Women: ‐1.8 to ‐3.2

Men: ‐0.5 to ‐0.8

Women: 0.14; Men: 0.78

Outcome: PTSD

Schandl 2012

IES at 14 months

Women ‐ median (range not reported): 20; n = 31;

Men ‐ median (range not reported): 16; n = 67

Women ‐ median (range not reported): 31; n = 27;

Men ‐ median (range not reported): 10; n = 46

Difference between control and follow‐up groups (negative values indicate lower values in follow‐up group); 25th to 75th percentiles:

Women: ‐6.6 to ‐17.6

Men: 1.9 to 4.4

Women: 0.01; Men: 0.27

Outcome: ability to return to work

Cuthbertson 2009

at 12 months

18 participants returned to work; n = 32

17 participants returned to work; n = 31

OR 1.06, 95% CI 0.35 to 3.21

Not reported

a as reported by study authors
CI: confidence interval; EQ‐5D: Euroqol 5D; HRQoL: health‐related quality of life; HTQ‐IV: Harvard Trauma Questionnaire part IV;IES: Impact of events scale; n: number of analysed participants; OR: odds ratio; PTSD: post‐traumatic stress disorder; SC: standard care; SD: standard deviation; SMD: standardised mean difference

2. All‐cause mortality

Five studies (1707 participants) reported data for mortality (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schandl 2012; Schmidt 2016). We combined four randomised studies (1297 randomised participants) for mortality at end of follow‐up (2 months in: Douglas 2007; and 12 months in: Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schmidt 2016). Using a follow‐up clinic probably makes little or no difference to mortality up to 12 months after ICU discharge (risk ratio (RR) 0.96, 95% confidence interval (CI) 0.76 to 1.22; 1289 analysed participants; moderate‐certainty evidence; downgraded one level for inconsistency). See Analysis 1.1.

One non‐randomised study reported number of participants who died before study follow‐up at 14 months as part of the study flow diagram (Schandl 2012). Study authors did not report analysis of this data, and reported 79 deaths in the intervention (of 259 participants) and 46 deaths in the control group (of 151 participants).

3. Depression and Anxiety

Three studies (1082 participants) reported data for depression and anxiety using the Hospital Anxiety and Depression scale (HADS) (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schandl 2012); lower scores indicate less depression and less anxiety on each scale.

We were unable to combine data for two randomised studies (672 randomised participants; Cuthbertson 2009; Jensen 2016), because study authors in Jensen 2016 did not report data in a format suitable for pooling. Both study authors reported little or no difference in HADS scores for depression (HADS‐D) at 12 months between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and those who received no follow‐up service (SMD ‐0.1, 95% CI ‐1.2 to 1.0, P = 0.86 in Cuthbertson 2009; absolute risk reduction (usual care vs intervention) ‐0.20, 95% CI ‐1.12 to 0.72, P = 0.67 in Jensen 2016). One non‐randomised study (410 participants) reported little or no difference in HADS‐D scores between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and participants who received no follow‐up service (women: P = 0.09; men: P = 0.47). We have included data reported by study authors in Table 1, and we noted that Schandl 2012 reported median scores, which suggests that data may be skewed.

Study authors also reported little or no difference in HADS scores for anxiety (HADS‐A) at 12 months between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and participants who received no follow‐up service (SMD ‐0.8, 95% CI ‐1.9 to 0.4, P = 0.18 in Cuthbertson 2009; absolute risk reduction (usual care vs intervention) ‐0.21, 95% CI ‐1.22 to 0.80, P = 0.68 in Jensen 2016). We have included data as reported by study authors in Table 1. One non‐randomised study (410 participants) reported little or no difference in HADS‐A scores (women: P = 0.14; men: P = 0.78) (Schandl 2012). We have included data reported by study authors in Table 1, and we noted that Schandl 2012 reported median scores, which suggests that data may be skewed.

It is uncertain whether using a follow‐up service reduces depression and anxiety because the certainty of this evidence is very low (we downgraded by one level for study limitations, one level for inconsistency, and one level for imprecision).

Secondary outcomes
1. Post‐traumatic stress disorder (PTSD)

Four studies (1082 participants) reported PTSD (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schandl 2012; Schmidt 2016). Scales used were the Davidson Trauma Scale (DTS) (Cuthbertson 2009), the Harvard Trauma Questionnaire Part IV (HTQ‐IV) (Jensen 2016), Impact of Events Scale (IES) (Schandl 2012), and the 10‐item Post Traumatic Symptom Scale (PTSS‐10) (Schmidt 2016).

We combined data at 12 months in Cuthbertson 2009, Jensen 2016, and Schmidt 2016 using inverse variance to account for differences in measurement tools. We found little or no difference in PTSD between those who received a follow‐up service and those who did not (SMD ‐0.05, 95% CI ‐0.19 to 0.10; 703 participants; 3 studies; low‐certainty evidence; downgraded one level for study limitations and one level for inconsistency). See Analysis 1.4.

Schandl 2012 used the Impact of Events scale (IES) at 14 months; lower scores indicate less chance of PTSD. Study authors reported that female participants who received a follow‐up service had a lower score (P = 0.01), which indicated a reduced chance of having PTSD; study authors reported no difference in scores between groups for male participants (P = 0.27). We have included data as reported by study authors in Table 1.

2. Physical function

Four randomised studies (1297 participants) reported physical functioning using the physical component score (PCS) of SF‐36 (Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schmidt 2016), and SF‐8 (Douglas 2007); higher scores indicate less impairment.

Jensen 2016 reported mean and mean difference scores, and we used the calculator in Review Manager 2014 to calculate SDs for each group. We combined data for two randomised studies and found little or no difference in physical function scores between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and those who received no follow‐up service (MD 1.31, 95% CI ‐0.86 to 3.49; 422 participants). See Analysis 1.2.

We could not combine data for Douglas 2007 and Schmidt 2016 because study authors did not report data as mean (SD) and we could not calculate this from the data in the study reports.

In Douglas 2007, study authors reported little or no difference in physical scores at two months after ICU discharge once baseline scores and APACHE III scores were controlled for (P = 0.40). However, study authors also reported re‐analysis of these results, accounting for loss of participants because of death. In this analysis, study authors reported that more participants who received a follow‐up service had improved physical HRQoL (P = 0.02).

In Schmidt 2016, study authors reported little or no difference in physical HRQoL at 12 months between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and those who received no follow‐up service (P > 0.05).

It is uncertain whether using a follow‐up service improves physical function because the certainty of this evidence is very low. We downgraded by one level for study limitations and by two levels for inconsistency.

3. Cognitive function

Four randomised studies (1297 participants) reported cognitive functioning using the mental component score (MCS) of SF‐36 (in: Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schmidt 2016) and SF‐8 (Douglas 2007); higher scores indicate less impairment.

Jensen 2016 and Schmidt 2016 reported mean and mean difference scores, and we used the calculator in Review Manager 2014 to calculate SDs for each group in each study. We found some differences in calculations that may be explained by study authors who reported that, "due to rounding, change scores may not add up precisely". We combined data for three studies and found little or no difference in MCS scores between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and those who received no follow‐up service (MD 1.44, 95% CI ‐0.51 to 3.39; 622 analysed participants). See Analysis 1.3.

We did not include data for Douglas 2007 in analysis because study authors did not report data as mean (SD) and we could not calculate this from the data in study reports. Study authors reported re‐analysis of results accounting for loss of participants because of death; in this analysis study authors reported no difference in cognitive function scores at two months between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and those who received no follow‐up service (study authors did not report P values).

It is uncertain whether using a follow‐up service improves physical function because the certainty of this evidence is very low. We downgraded by one level for study limitations and by two levels for inconsistency.

4. Ability to return to work

One randomised study reported number of participants who returned to work at 12 months (Cuthbertson 2009; 286 participants). Study authors reported little or no difference between participants who received a follow‐up service after ICU discharge and those who received no follow‐up service in the number of participants who returned to work. We included data reported by study authors in Table 1.

It is uncertain whether using a follow‐up service improves the ability to return to work because the certainty of this evidence is very low. We downgraded by one level for study limitations and by two levels for imprecision.

5. Adverse effects

No studies reported adverse events.

Subgroup analysis

We found insufficient studies for subgroup analyses. We narratively reported differences between studies following our planned subgroups.

  1. Physician‐led clinic versus nurse‐led clinic: four studies used a follow‐up service that was nurse‐led (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Jensen 2016; Schmidt 2016). One study included a multi‐disciplinary team, which included nurses, physicians, and physiotherapists (Schandl 2012).

  2. Face‐to‐face clinic versus remote clinic: three studies used a face‐to‐face clinic (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Schandl 2012). Jensen 2016 incorporated both face‐to‐face and telephone contact with participants, and Schmidt 2016 used telephone contact with participants.

  3. Participants from low‐ and middle‐income countries versus participants from high‐income countries (according to World Development Index (WDI) (World Bank 2016)): all included studies took place in high‐income countries and we could not perform subgroup analysis for this.

  4. Intervention conducted earlier than three months post‐ICU versus three to six months: one study conducted a follow‐up service only within three months of ICU discharge (Douglas 2007). Two studies conducted follow‐up services that began at three months post‐ICU discharge (Cuthbertson 2009; Schandl 2012). Two studies conducted follow‐up services that began earlier than three months post‐ICU discharge and continued after three months post‐ICU discharge (Jensen 2016; Schmidt 2016).

  5. Experience of ICU delirium versus no delirium: three studies did not report whether participants experienced delirium (Cuthbertson 2009; Douglas 2007; Schandl 2012). One study excluded participants with cognitive deficits and we assumed that included participants in this study did not have delirium (Schmidt 2016). One study reported median number of days of delirium at baseline for participants who had been assessed for delirium (Jensen 2016).

Sensitivity analysis

  1. Restricting the analysis to published studies: we used only data from published studies and could not perform sensitivity analysis for this.

  2. Restricting the analysis to studies with a low risk of selection bias: we found no studies that we judged to have a low risk of selection bias for both random sequence generation and allocation concealment, and therefore we could not perform sensitivity analysis for this.

  3. Using available case data or using imputed data (from last observation carried forward) where studies had missing data: we used data reported by study authors, and when available we used intention‐to‐treat analysis as reported by study authors. We did not impute any study data in this review.

Discusión

disponible en

Resumen de los resultados principales

Se incluyeron cinco estudios que compararon un servicio de seguimiento proporcionado a los supervivientes de una unidad de cuidados intensivos (UCI) versus atención estándar, sin servicio de seguimiento; cuatro estudios fueron aleatorios y uno fue no aleatorio. También se identificaron cinco estudios en curso.

En resumen, se encontró poca o ninguna diferencia en cada uno de los resultados entre los participantes que recibieron un servicio de seguimiento y los participantes que recibieron atención estándar. Se encontró evidencia de certeza baja de un estudio aleatorio de que un servicio de seguimiento puede lograr poca o ninguna diferencia en la CdVRS a los 12 meses después del alta de la UCI, y evidencia de certeza moderada del metanálisis de cuatro estudios aleatorios de que un servicio de seguimiento puede lograr poca o ninguna diferencia en el número de participantes que mueren hasta los 12 meses después del alta de la UCI (un estudio no aleatorio informó la mortalidad en cada grupo pero no la analizó. La calidad de la evidencia para la depresión y la ansiedad de dos estudios asignados al azar y un estudio no aleatorio fue de certeza muy baja.

Se encontró que un servicio de seguimiento puede lograr poca o ninguna diferencia en el TEPT (evidencia de certeza baja de tres estudios aleatorios); un estudio no aleatorio informó que los pacientes tuvieron menos probabilidades de presentar TEPT. La evidencia para la funcionalidad física y cognitiva de esta revisión provino de cuatro estudios aleatorios, y la evidencia para la capacidad de regresar a trabajar provino de un estudio; no fue posible asegurar si los servicios de seguimiento tuvieron un efecto sobre estos resultados porque las evidencia fue de certeza muy baja. Ningún estudio informó efectos adversos.

Compleción y aplicabilidad general de las pruebas

Se identificaron cinco estudios que incluyeron 1707 participantes que sobrevivieron a la estancia en la UCI después de estar ingresados por una variedad de motivos.

Se observaron diferencias entre los estudios en los diagnósticos de los participantes, los rangos de las puntuaciones pronósticas (mediante APACHE II y APACHE III) y las duraciones de la estancia en la UCI, y un estudio solo incluyó a participantes con sepsis o shock séptico grave. Sin embargo, todos los estudios incluyeron a participantes con afecciones normales en la población general de la UCI y, aunque se señalaron las mismas condiciones en algunos estudios (p.ej., afecciones cardiovasculares o neurológicas), no fue posible determinar si todas las afecciones fueron equivalentes entre todos los estudios. Se señaló que tres estudios incluyeron a algunos participantes con lesiones relacionadas con traumatismo y es posible que estos participantes puedan haber tenido dificultades psicológicas adicionales relacionadas con la lesión (por ejemplo, TEPT), en lugar de por la estancia en la UCI(Cuthbertson 2009; Jensen 2016; Schandl 2012). En esta revisión no se exploró si los datos de los resultados pudieron haber estado afectados por el tipo de afección que los supervivientes de la UCI habían presentado. Los estudios incluidos se realizaron entre 2001 y 2015 y es probable que representen el tratamiento más reciente de los pacientes en la UCI.

Todos los estudios se realizaron en países de ingresos altos y cualquier resultado es aplicable solo a estos países, en los que los recursos de asistencia sanitaria tienen mayores probabilidades de ser equivalentes.

Se previó la existencia de diversos tipos de servicios de seguimiento y fue evidente en los estudios incluidos. Todos los estudios proporcionaron un servicio de seguimiento con personal de enfermería y solo un estudio incluyó a otros profesionales sanitarios. Sin embargo, los tipos de servicios (de forma presencial o por teléfono; en un consultorio o en el domicilio) difirieron entre los estudios y los participantes recibieron un número diferente de consultas (hasta ocho consultas en total) y el tiempo entre las consultas también difirió (semanal, mensual o hasta seis meses de separación).

No fue posible realizar un análisis de subgrupos porque no se encontraron estudios suficientes y, por lo tanto, no fue posible aplicar los resultados a un diseño individual de servicio de seguimiento.

Certeza de la evidencia

Pocos estudios informaron métodos suficientes para la generación de la secuencia aleatoria y solo un estudio informó de los métodos de ocultación de la asignación.

El desgaste fue alto, lo que se puede explicar por la población estudiada, los tipos de evaluación (p.ej., finalización y retorno de los cuestionarios) o la duración del seguimiento hasta 12 meses o más. Solo un estudio informó el registro prospectivo del ensayo clínico y tuvo bajo riesgo de sesgo de informe selectivo de los resultados.

Se señalaron diferencias en dos estudios en los que los participantes del grupo de intervención recibieron recursos además de las consultas de seguimiento, lo que puede haber influido en los resultados, y se observaron diferencias en las características iniciales (p.ej., duración de la estancia en la UCI) dentro y entre los estudios.

Se incluyeron pocos estudios aleatorios y evidencia de un estudio no aleatorio, que se considera que tuvo alto riesgo de sesgo debido al diseño del estudio. No se combinaron los datos de estos diferentes tipos de diseño de estudio. En general hubo datos limitados de cada resultado, y el metanálisis incluyó escasos estudios.

Las limitaciones de los estudios identificadas en las evaluaciones del "Riesgo de sesgo", las diferencias entre los estudios (en cuanto a los puntos temporales de medición) y el número limitado de estudios se consideraron motivos para disminuir la certeza de la evidencia para cada uno de los resultados. La evidencia para la CdVRS y el TEPT fue de certeza baja, para la mortalidad fue de certeza moderada y para todos los otros resultados fue de certeza muy baja.

Sesgos potenciales en el proceso de revisión

Se realizó una búsqueda minuciosa y dos autores de la revisión evaluaron la elegibilidad, extrajeron los datos y evaluaron el riesgo de sesgo según el protocolo publicado (Schofield‐Robinson 2017). Durante el proceso de revisión por pares un evaluador externo identificó un estudio potencialmente relevante que las búsquedas no encontraron (Jónasdóttir 2018). En consecuencia, este estudio se ha señalado para una consideración futura y se planifica reevaluar la estrategia de búsqueda de la próxima actualización de la revisión.

No se estableció contacto con los autores de los estudios incluidos durante el proceso de revisión, y el informe de los datos está limitado a la información en los informes publicados. Sin embargo, los datos de resultado se informaron de manera suficiente en todos los estudios, y la calidad de la evidencia durante las evaluaciones con criterios GRADE no se disminuyó sobre la base de la información que faltaba (por ejemplo, detalles de los procedimientos de selección), en el informe publicado.

Los criterios de intervención se editaron para incluir los servicios de seguimiento que comenzaron en el transcurso de seis meses, pero que pueden haberse mantenido más allá de seis meses después del alta de la UCI. Cuatro estudios incluidos analizaron servicios de seguimiento que se mantuvieron más allá de seis meses y se considera que este diseño fue apropiado. Además, el punto temporal al que se obtuvieron los datos al final del seguimiento se extendió más allá de 12 meses, porque se encontraron estudios que continuaron los servicios de seguimiento hasta 12 meses después del alta de la UCI y fue importante incluir los datos evaluados después de estas consultas al final del seguimiento. Se considera que esta edición no introdujo sesgo y aumentó la generalizabilidad de la evidencia a una variedad amplia de servicios de seguimiento.

Acuerdos y desacuerdos con otros estudios o revisiones

Los resultados de la revisión son muy compatibles con los resultados de una revisión reciente realizada por Jensen y colegas que concluyeron que, aunque los consultorios de seguimiento podrían dar lugar a una ligera disminución en el estrés postraumático, no hay evidencia de efectos adicionales (Jensen 2015). Se advierte que Jensen y colegas incluyeron estudios de intervenciones con diarios, que no se incluyeron en esta revisión y contribuyeron al resultado de TEPT en Jensen 2015. Otra revisión, realizada por Williams y colegas en 2008, indicó que no hubo evidencia de un efecto de los consultas de seguimiento, con el uso de resultados similares a los de la presente revisión (Williams 2008).

Study flow diagram
Figuras y tablas -
Figure 1

Study flow diagram

'Risk of bias' graph: review authors' judgements about each risk of bias item presented as percentages across all included studies
Figuras y tablas -
Figure 2

'Risk of bias' graph: review authors' judgements about each risk of bias item presented as percentages across all included studies

'Risk of bias' summary: review authors' judgements about each risk of bias item for each included study
Figuras y tablas -
Figure 3

'Risk of bias' summary: review authors' judgements about each risk of bias item for each included study

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 1 All‐cause mortality.
Figuras y tablas -
Analysis 1.1

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 1 All‐cause mortality.

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 2 Physical function.
Figuras y tablas -
Analysis 1.2

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 2 Physical function.

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 3 Cognitive function.
Figuras y tablas -
Analysis 1.3

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 3 Cognitive function.

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 4 PTSD.
Figuras y tablas -
Analysis 1.4

Comparison 1 Follow‐up service vs control, Outcome 4 PTSD.

Summary of findings for the main comparison. ICU follow‐up services compared with standard care or no follow‐up service for survivors of critical illness

ICU follow‐up services compared with standard care or no follow‐up service for survivors of critical illness

Patient or population: adult survivors of the ICU, excluding those already in an existing follow‐up or rehabilitation programme

Settings: clinics in a hospital or in the participant's home (via telephone) in: Denmark, Germany, Sweden, UK and USA

Intervention: ICU follow‐up service

Comparison: standard care or no follow‐up service

Outcomes

Effects of follow‐up services for adult survivors of the ICU

Number of participants (studies)

Certainty of the evidence
(GRADE)

Comments

Health‐related quality of life

Scoring tool: EQ‐5D

Direction of scale: lower scores indicate better HRQoL

Time point of measurement: 12 months

Using a follow‐up service after ICU discharge may make little or no difference to HRQoL of survivors of critical illness SMD ‐0.0, 95% CI ‐0.1 to 0.1a

286 participants
(1 study)

⊕⊕⊝⊝

Lowb

All‐cause mortality

Time point of measurement: 2 months in 1 randomised study; 12 months in 3 randomised studies; 14 months in 1 non‐randomised study

From 5 studies, we found that using a follow‐up service probably makes little or no difference to the number of people who die after ICU discharge.

We pooled data from 4 studies(RR 0.96, 95% CI 0.76 to 1.22)

1289 participants
(4 studies)

⊕⊕⊕⊝

Moderatec

We did not include data from one non‐randomised study in meta‐analysis. Study authors reported number of deaths in the intervention group: 79/259; and in the control group: 46/151

Depression and anxiety

Scoring tool: HADS‐D and HADS‐A

Direction of scale: lower scores indicate less depression and less anxiety

Time point of measurement: 12 months in 2 randomised studies; 14 months in 1 non‐randomised study

It is uncertain whether using a follow‐up service reduces depression. Estimates from 2 randomised studies were SMD ‐0.1, 95% CI ‐1.2 to 1.0a; and absolute risk reduction (usual care vs intervention) ‐0.20, 95% CI ‐1.12 to 0.72a; and 1 non‐randomised study reported little or no difference in scores (women: P = 0.09; men: P = 0.47)a

It is uncertain whether using a follow‐up service reduces anxiety. Estimates from 2 randomised studies were SMD ‐0.8, 95% CI ‐1.9 to 0.4a; and absolute risk reduction (usual care vs intervention) ‐0.21, 95% CI ‐1.22 to 0.80a; and 1 non‐randomised study reported no difference in scores (women: P = 0.14; men: P = 0.78)a

1082 participants
(3 studies)

⊕⊝⊝⊝

Very lowd

Post‐traumatic stress disorder (PTSD)

Scoring tools: DVT, HTQ‐IV, IES, and PTSS‐10

Direction of scales: lower scores indicate less distressing symptoms of PTSD

Time point of measurement: 12 months in 2 randomised studies; 14 months in 1 non‐randomised study

From 4 studies, it is uncertain whether using a follow‐up service reduces PTSD.

Estimates showed little or no difference in PTSD in 3 randomised studies (SMD ‐0.05, 95% CI ‐0.19 to 0.10; 702 participants)

703 participants

(3 studies)

⊕⊕⊝⊝

Lowe

We did not include data from one non‐randomised study in meta‐analysis. Study authors reported lower IES scores (indicating less chance of PTSD) in women who received a follow‐up service (P = 0.01)

Physical function

Scoring tool: PCS

Direction of scales: higher scores indicate improved physical function

Time point of measurement: at 12 months in 3 randomised studies (using SF‐36), and at 2 months in 1 randomised study (using SF‐8)

From 4 studies, it is uncertain whether using a follow‐up service improves physical function at 12 months.

Estimates showed little or no difference in physical function at 12 months in 2 studies (MD 1.31, 95% CI ‐0.86 to 3.49)

422 participants
(2 studies)

⊕⊝⊝⊝

Very lowg

We did not included data from 2 studies in meta‐analysis. One of these studies reported improved physical function at 2 months in participants who received a follow‐up service (P = 0.02)f, and one reported little or no difference in physical function at 12 months (P > 0.05)

Cognitive function

Scoring tools: MCS of SF‐36 and SF‐8

Direction of scales: higher scores indicate improved cognitive function

Time point of measurement: at 12 months in 2 randomised studies and at 6 months in 1 randomised study (using SF‐36), and at 2 months in 1 randomised study (using SF‐8)

From 4 studies, it is uncertain whether using a follow‐up service improves cognitive function at 12 months.

Estimates showed little or no difference in cognitive function at 6 and 12 months in 3 studies (MD 1.44, 95% CI ‐0.51 to 3.39)

622 participants

(3 studies)

⊕⊝⊝⊝

Very lowg

We did not include data from 1 study in meta‐analysis. Study authors reported little or no difference in cognitive function at 2 monthsf

Ability to return to work or education

(reported at 12 months)

It is uncertain whether using a follow‐up service increases the number of participants who are able to return to work at 12 months (OR 1.06, 95% CI 0.35 to 3.21)a

386 participants

(1 study)

⊕⊝⊝⊝

Very lowh

Adverse effects

Not measured

CI: Confidence interval;DTS: Davidson Trauma Scale; EQ‐5D: Euroqol‐5D; HADS‐A: Hospital Anxiety and Depression scale for anxiety; HADS‐D: Hospital Anxiety and Depression scale for depression; HTQ‐IV: Harvard Trauma Questionnaire Part IV; IES: Impact of Events scale; MCS: mental component score of SF‐36; MD: mean difference; OR: odds ratio; PCS: physical component of SF‐36; PTSD: post‐traumatic stress disorder; PTSS‐10: Post Traumatic Symptom Scale; RR: risk ratio; SF‐36: 36‐item Short Form Survey; SMD: standardised mean difference

GRADE Working Group grades of evidence
High: this research provides a very good indication of the likely effect. The likelihood that the effect will be substantially different is low
Moderate: this research provides a good indication of the likely effect. The likelihood that the effect will be substantially differenti is moderate
Low: this research provides some indication of the likely effect. However, the likelihood that it will be substantially differenti is high
Very low: this research does not provide a reliable indication of the likely effect. The likelihood that the effect will be substantially differenti is very high

aeffect estimate or P values as reported by study authors.
bIntervention group received additional therapy (manual‐based physiotherapy) which may have influenced results; downgraded by one level for study limitations. One study with few participants; downgraded by one level for imprecision.
cAnalysis was at different time points, and we noted some potential differences between studies in baseline characteristics between studies; downgraded by one level for inconsistency.
dIntervention group in one study received an additional therapy (manual‐based physiotherapy programme), and one non‐randomised study had a high risk of selection bias; we downgraded by one level for study limitations. Outcomes were measured at different time points, and we noted some baseline differences between studies; downgraded by one level for inconsistency. Evidence was from few studies; downgraded one level for imprecision.
eIntervention group in one study received an additional therapy (manual‐based physiotherapy programme), and one non‐randomised study had a high risk of selection bias; downgraded by one level for study limitations. We noted differences at baseline in one non‐randomised study (more women in control group had a previous history of psychological problems) which may have influenced results for this outcome, and we noted inconsistent results between three combined randomised studies and one non‐randomised study; we downgraded one level for inconsistency.
fdata re‐analysed by study authors accounting for death.
gIntervention group in one study received an additional therapy (manual‐based physiotherapy programme), and in another study intervention group were also involved in preparation of a discharge summary plan; downgraded one level for study limitations. Outcomes were measured at different time points, we noted some baseline differences between studies, and we noted a wide confidence interval in analysed data; downgraded by two levels for inconsistency.
hIntervention group received additional therapy (manual‐based physiotherapy) which may have influenced results; downgraded by one level for study limitations. One study with few participants and we noted a wide confidence interval; downgraded by two levels for imprecision.
isubstantially different = a large enough difference that it might affect a decision.

Figuras y tablas -
Summary of findings for the main comparison. ICU follow‐up services compared with standard care or no follow‐up service for survivors of critical illness
Table 1. Additional data

Study

Measurement tool and time point

Intervention group dataa

Control group dataa

Effect sizea

P valuea

Outcome: HRQoL

Cuthbertson 2009

EQ‐5D at 12 months

Mean (SD): 0.58 (± 0.37); n = 108

Mean (SD) 0.60 (± 0.30); n = 113

SMD ‐0.0, 95% CI ‐0.1 to 0.1

0.57

Outcome: depression and anxiety

Cuthbertson 2009

HADS‐D at 12 months

Mean/median not reported; n = 92

Mean/median not reported; n = 100

SMD ‐0.1, 95% CI ‐1.2 to 1.0

0.86

Jensen 2016

HADS‐D at 12 months

Mean/median data not reported; n = 130

Mean/median data not reported; n = 130

Absolute risk reduction (SC vs intervention) ‐0.20, 95% CI ‐1.12 to 0.72

0.67

Schandl 2012

HADS‐D at 14 months

Women: median (range not reported) 3 ; n = 31;

Men: median (range not reported) 4; n = 67

Women: median (range not reported) 7; n = 27;

Men: median (range not reported) 4; n = 46

Difference between control and follow‐up groups (negative values indicate lower values in follow‐up group); 25th to 75th percentiles:

Women: 1.7 to ‐5.4

Men: ‐0.2 to ‐1.0

Women: 0.09; Men: 0.47

Cuthbertson 2009

HADS‐A at 12 months

Mean (SD) 5.5 (± 4.6); n = 92

Mean (SD) 6.4 (± 4.4); n = 100

SMD ‐0.8, 95% CI ‐1.9 to 0.4

0.18

Jensen 2016

HADS‐A at 12 months

Mean/median data not reported; n = 131

Mean/median data not reported; n = 130

Absolute risk reduction (SC vs intervention) ‐0.21, 95% CI ‐1.22 to 0.80

0.68

Schandl 2012

HADS‐A at 14 months

Women ‐ median (range not reported): 3; n = 31;

Men ‐ median (range not reported): 4; n = 67

Women ‐ median (range not reported): 6; n = 27;

Men ‐ median (range not reported): 3; n = 46

Difference between control and follow‐up groups (negative values indicate lower values in follow‐up group); 25th to 75th percentiles:

Women: ‐1.8 to ‐3.2

Men: ‐0.5 to ‐0.8

Women: 0.14; Men: 0.78

Outcome: PTSD

Schandl 2012

IES at 14 months

Women ‐ median (range not reported): 20; n = 31;

Men ‐ median (range not reported): 16; n = 67

Women ‐ median (range not reported): 31; n = 27;

Men ‐ median (range not reported): 10; n = 46

Difference between control and follow‐up groups (negative values indicate lower values in follow‐up group); 25th to 75th percentiles:

Women: ‐6.6 to ‐17.6

Men: 1.9 to 4.4

Women: 0.01; Men: 0.27

Outcome: ability to return to work

Cuthbertson 2009

at 12 months

18 participants returned to work; n = 32

17 participants returned to work; n = 31

OR 1.06, 95% CI 0.35 to 3.21

Not reported

a as reported by study authors
CI: confidence interval; EQ‐5D: Euroqol 5D; HRQoL: health‐related quality of life; HTQ‐IV: Harvard Trauma Questionnaire part IV;IES: Impact of events scale; n: number of analysed participants; OR: odds ratio; PTSD: post‐traumatic stress disorder; SC: standard care; SD: standard deviation; SMD: standardised mean difference

Figuras y tablas -
Table 1. Additional data
Comparison 1. Follow‐up service vs control

Outcome or subgroup title

No. of studies

No. of participants

Statistical method

Effect size

1 All‐cause mortality Show forest plot

4

1289

Risk Ratio (M‐H, Random, 95% CI)

0.96 [0.76, 1.22]

2 Physical function Show forest plot

2

422

Mean Difference (IV, Fixed, 95% CI)

1.31 [‐0.86, 3.49]

3 Cognitive function Show forest plot

3

622

Mean Difference (IV, Fixed, 95% CI)

1.44 [‐0.51, 3.39]

4 PTSD Show forest plot

3

703

Std. Mean Difference (Fixed, 95% CI)

‐0.05 [‐0.19, 0.10]

Figuras y tablas -
Comparison 1. Follow‐up service vs control